En 1255 vivió un cura —bueno, un abad, que no sé si será lo mismo o parecido— que tenía unas trifulcas importantes con los habitantes de la aldea zaragozana de Trasmoz.
Parece ser que la intensidad de las riñas llegaron al grado de me enfado y no respiro y el cura-abad, en un arrebato de ira y poniéndose colorado como un tomate, decidió excomulgar a la aldea fuera del Reino de los cielos por toda la eternidad.
A tomar por saco. Por toda la eternidad.
No ni ná.
Lo mismo le dijeron:
—Andresito — que así se llamaba el ministro de Dios en la tierra— a que no tienes huevos de excomulgar al pueblo por toda la eternidad.
A lo que el susodicho respondió:
—¡Que no!, sujétame el cáliz.
El caso es que los habitantes de la aldea en la siguiente movida, casi tres siglos después, no tuvieron nada que ver.
Los clérigos de un convento de por allí cerca desviaron el cauce de un río para que no les llegara a las familias de Trasmoz.
Las Cortes de Aragón le dieron la razón al señor de la aldea y el abad que había en ese momento, que tenía más mal perder que Mbappé, cubrió el crucifijo del altar con un velo negro —rollo bruja Lola— decretando maldito al pueblo por toda la eternidad.
Joder.
Otro que no se calentó la cabeza con la fecha de caducidad del castigo.
Por toda la eternidad y listo.
Ahora viene lo chulo.
Gustavo Adolfo Bécquer se inspiró en el pueblo para escribir sus cartas llamadas Desde mi celda, y el inventor de la fregona, Manuel Jalón, se quedó allí a vivir, compró el Castillo del pueblo e hizo una fundación.
Actualmente, el pueblo es visitado por muchas personas con interés en lo oculto, dejándose los cuartos en sus alojamientos y establecimientos varios. Lo mismo esa distinción no le ha venido mal…
Y por qué te cuento esto.
Pues mira, primero, porque me hacía gracia lo del único pueblo maldito que hay en toda España —sí, es el único, y como solo le puede levantar el castigo el Papa y está en otros menesteres el hombre, pues sigue con la misma etiqueta— y segundo, para contarte la reflexión que me ha venido al leer la historia.
Me ha recordado al documental de Neymar que ahora está en Netflix.
Neymar es un futbolista con menos madurez que un melocotón del Ahorramás y que ha sido defenestrado por sus constantes desplantes dentro y fuera del terreno de juego.
Maldito por muchos.
Pero adorado y atrayente por otros por esa forma de ser.
Como reza el título del documental, El caos perfecto.
Y es que llama mucho la atención lo que se sale de lo común, lo rebelde, lo maldito. Es como si nos atrajera de manera instintiva lo prohibido y lo chungo.
Como a esas personas que solo se fijan en los hombres y las mujeres más malotes.
Y que, además, le sacan un beneficio.
Neymar es el sexto jugador más rico del mundo con 185 millones de dólares de patrimonio, entre lo que le paga el jeque dueño del Paris Saint Germain y lo que le da la publicidad.
Es lo que se llama tener enemigos para ser más rentable. Y eso lo saben los grandes publicistas.
Hace años el gurú del marketing Franck Scipion de Lifestyle al cuadrado ya decía que hay que tener enemigos para crear adeptos. O evangelizadores como él los llamaba.
Cuando te posicionas contra algo o alguien, haces piña con los que piensan o quieren ser como tú. Creas una comunidad en la que excluyes a la parte contraria.
La unión es más fuerte con los que piensan como tú si hay un enemigo común.
Por eso nuestros verdaderos amigos han pasado con nosotros las de Caín, porque juntos hemos pasado penurias contra algún enemigo común.
Y eso hizo que esa unión se forjara a fuego.
El ser humano es un bicho social que necesita hacer piña con alguien y contra alguien.
Todos lo hacemos.
Siempre.
A todas horas.
Incluso con nuestra familia.
Ponemos verde al cuñado cuando estamos con los suegros.
Nosotros contra él. Y eso nos une a unos y nos separa del otro.
Criticamos a la profe con las mamás del cole. Hacemos piña entre nosotros contra ella.
Criticamos al jefe —o a cualquier compañero.
Nosotros contra ellos.
Nos unimos a unos y nos desunimos de otros.
Resumiendo:
Hay gente que las críticas no le influyen, saben que las maldiciones atraen, que tienen su beneficio y que siempre tienen adeptos.
Piénsalo, maldito.
O maldita.
¿Eres de los que suelen caer mal por tu forma de ser y te da absolutamente igual?
Un abrazo.
Tony
PD1: Ojo, que si eres de los que no la lían, como yo, pues también tienes tu público, por supuesto, pero ya sabes que siempre digo que entender a las personas es comprenderlas y no juzgarlas. Por muy malditas que parezcan.
PD2: Neymar y su caos perfecto.
Que por cierto, esta actitud me recuerda a uno de los emails que te enviaré y que te van a hacer pensar mucho si te suscribes (son 18, uno cada día, cortitos, con historias e ideas interesantes sobre el comportamiento humano)
Aquí abajo.
Acepta el uso de cookies y sigue navegando más información
Los ajustes de cookies de esta web están configurados para "permitir cookies" y así ofrecerte la mejor experiencia de navegación posible. Si sigues utilizando esta web sin cambiar tus ajustes de cookies o haces clic en "Aceptar" estarás dando tu consentimiento a esto.