Vaya tela lo que me ha pasado, ya verás.
Acababa de empezar un directo de un tipo genial llamado Álvaro Sánchez de genteinvencible.com
Yo estaba con la cámara y audio silenciados intentando enganchar los auriculares inalámbricos al ordenador, cuando estos, por alguna razón desconocida, pasaban de conectarse.
En esto que le doy a rehabilitar audio pensando que se solucionaría el problema.
Ni por esas.
Sigo trasteando y de repente, me viene una flatulencia imparable, de esas que tras mi combate con la bacteria estomacal Helicobaster Pylori estaban erradicadas, pero que en alquel momento resurgía con virulencia.
Rollo volcán Popocatepetl.
Salió de mi vórtice final un viento sonoro de unos 3-4 segundos, tan perfectamente armonizado en nota Si bemol —o alguna parecida— que me sorprendió como a cuál tirador selecto.
Yo me quedé liberado, para qué te voy a decir lo contrario, el problema era que el ponente estaba en silencio y los casi 100 asistentes lo escucharon.
Lo de rehabilitar el audio era quitarlo, claro está, y no lo había vuelto a silenciar.
Todo podía haber quedado ahí, dejando a que la imaginación de cada uno pensara que el sonido podría ser cualquier otra cosa. Cosa difícil, pero posible.
Pero Álvaro, con la frescura que le caracteriza, soltó:
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—Buen pedo mañanero, Tony.
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Ostia.
¿Lo han oído?
Joder, estaba quitado el audio…
Y me empecé a descojonar internamente. Iba a contestar con algo gracioso tipo:
—Mis tripas quieren hacerte una pregunta Álvaro.
Pero estaba haciendo a la vez otra cosa y al final tuve que desconectar, no sin antes leer comentarios en el chat tipo:
Mejor dentro que fuera o el pedo se ha escuchado en Krizijistan.
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Los modelos mentales son patrones de pensamiento que aplicas cuando te pasan cosas.
Hay uno genial que escuché hace mucho tiempo y que dice que la vida está llena de problemas e inconvenientes y que en vez de evitar que pasen, lo mejor es aceptar que ocurren y solventarlos.
Yo añado que, además de eso, se deben aislar las emociones negativas que pueden surgir, como la ira, la tristeza o la vergüenza, en la medida que nos obstaculicen el solucionarlos.
Es normal cabrearse por algo que ocurra, pero no hasta el punto de que nos ciegue la ira para ver clara la solución.
O que estemos tristes cuando algo nos sucede, pero no hasta el punto que nos meta en una depresión o nos quedemos enganchados en esa emoción todo el día.
O toda la noche.
Luego tengo otro modelo mental que es que a nadie le importa tanto lo que tú haces como a ti.
Si la cagas y piensas que el mundo pasará de ti o se reirá de ti de por vida, estás equivocado. Estarás en la mente de las personas un ratito y según la intensidad emocional del momento, un ratito más grande o más pequeño.
Pero poco más. A la gente no le importas tanto como ellos mismos.
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Y volviendo a mi pedo.
Lo que para mí hace unos años sería una vergüenza terrible y pensar en cómo mi imagen se vería afectada hasta el punto de hundir mi carrera, ahora pienso en que no es más que otro nivel más de la vida para ver si he superado mis mierdas —nunca mejor dicho— y para comprobar que me paso la pantalla con esta prueba de vergüenza.
De hecho, antes nunca lo hubiera contado. Nunca contaba mis fracasos o algo que pudiera dejar en entredicho mi imagen, pero me he dado cuenta de lo liberador que es.
Lo libre que te sientes cogiendo una crítica y dándole la vuelta.
Lo libre que te sientes diciendo que eres un ser humano, como todos, con tus cosas buenas y con tus cosas malas.
Y con sus gases.
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Hoy hasta aquí.
Seguro que tienes historias tan vergonzosas como esta. O más.
Las puedes soltar si quieres.
Total, cuando haces pop…
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Un abrazo
Tony Pérez
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Y si quieres conocer más mapas mentales. Aquí debajo.
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