Cuando empecé a escribir estos artículos lo hice por 2 motivos:
Uno, para que te gustaran.
Dos, que fueran lo más sinceros posible.
Luego vino un tercero que fue para vender lo que hacía. Pero se me ha pasado la fiebre. Ya se suele vender solo.
Si te gustan es porque piensas que sé de lo que hablo y porque te lo cuento de manera diferente, y si soy sincero contigo es posible que todo se alinee y trabajemos juntos.
Pues hoy va de sinceridad.
Te voy a contar una de mis mierdas, para que veas que me pasa lo mismo que a ti por mucho análisis de la personalidad que haya estudiado o mucha tranquilidad que emane. Pues no, no meo colonia, aunque supongo que eso ya lo sabías.
Quizá de 100 veces que me tocan las pilotes, 98 controlo bien la situación.
Entiendo a la persona que me ataca, comprendo como es su personalidad, me vuelvo compasivo con la situación, acepto y asiento y utilizo estrategias mentales para llegar a un acuerdo entre su enfado y mi objetivo, que no es otro que llegar a una solución sin golpearnos o decirnos cosas feas.
Un sistema mental bien definido forjado a fuego.
Y suele salir bien. 23 años gestionando situaciones de crisis y mi personalidad —que me ayuda un huevo— hacen que mi estado zen predomine ante el chapapote que me cae algunas veces en forma de ira.
Pues fíjate, esas 2 veces que no suelo controlar, me han pasado esta semana.
Una, con mi hija, no en plan exagerado, pero a ella la he hecho sentir mal, y otra en el trabajo, donde he pegado 4 voces marcando unos límites que bien se podían haber negociado de otra manera.
Que sí, que ha sido una semana —o mes— más bien chungo con diferentes problemas, incluidos físicos, pero nadie tiene por qué comerse mi estrés.
Te cuento esto porque, por muy equilibrado que estés, puede pasar.
Y si pasa, si que pasa algo.
No me justifico o relajo a mi conciencia diciéndome: NO PASA NADA.
Porque si que pasa. Si en algún momento me propusiera un modelo mental en el que el cerebro entendiera que si me salgo de mis límites —aunque sea poco— no pasa nada, cada vez que lo hiciera se iría convirtiendo en costumbre.
Y por eso, mi modelo mental para esto es:
Si pasa, deshaz el nudo.
Y con esto te explico la segunda idea del post.
Cuando tú tienes un enfrentamiento con alguien, o tus palabras o acciones han hecho sentir mal a alguna persona, se crea un nudo emocional.
Ira, en el caso del que recibió mis voces.
Tristeza, en el caso de mi hija por el comentario que le hice.
Ese nudo emocional, cuanto más tiempo pasa es más difícil de quitar. Se enquista y la relación sufre.
Y pasa con cualquier tipo de relación, ya sea laboral o personal.
Creemos que el tiempo curará esa cagada, y lo que hace es endurecer la herida hasta que quede en el inconsciente y la desconfianza ya no se acuerde de su origen.
Repito porque esto es muy importante:
Y la desconfianza ya no se acuerde de su origen. Ya solo desconfiarás de la persona y esa sensación que no te puedes quitar de encima no podrás recordar el origen por mucho acercamiento que quieras hacer meses o años después.
Pero antes de que pase eso hay una solución.
Cómo eres una persona inteligente, sabrás cuál es la manera de deshacer el nudo, pero si hoy estas cansadini —por no meter géneros—y no te quieres calentar la cabeza, yo te lo cuento:
.
Pedir perdón.
.
Y eso hice. Como muchas veces en estos años.
Pedí perdón a mi hija casi ipso facto, y pedí perdón al jefe al que le solté palabras en forma de cuchillos y a una subordinada que le rozaron porque estaba de intermediaria. Luego se lo conté a mi mujer—hablamos siempre de lo bueno y de lo malo— para que hiciera poso y mi cerebro no pensara:
—No pasa nada, si total, el 98% del tiempo eres cojonudo.
Pues no, ni cojonudo, ni déspota.
Soy un ser humano en construcción, que se equivoca y que utiliza sus experiencias para mejorar. Como todos.
O como dice el Chojin:
—Soy un rompecabezas, toda una vida haciéndome a mi mismo y todavía me faltan piezas.
Hoy hasta aquí.
.
Un abrazo
Tony
.
PD: Si mi cerebro—ese que ya sabes que es tú ayudante y que no eres tú— después de cagarla con alguien, me lanza justificaciones tipo:
—Se lo merece.
Le suelo responder:
—No chaval, se puede hacer de otra manera y lo gestionas como hemos aprendido.
En mi Reino mental mando yo. A César Millán de mi cerebro no me gana nadie. Y la recompensa es la paz mental.
Si te suscribes, suscrito estás, no tengo ebooks que regalarte, pero sí muchas reflexiones interesantes:
Neurolider 2023
Acepta el uso de cookies y sigue navegando más información
Los ajustes de cookies de esta web están configurados para "permitir cookies" y así ofrecerte la mejor experiencia de navegación posible. Si sigues utilizando esta web sin cambiar tus ajustes de cookies o haces clic en "Aceptar" estarás dando tu consentimiento a esto.